martes, 17 de marzo de 2009

Argenis Jimenez, El loco de la pancarta


A raíz de mi última publicación (Guachirongo) recordé a otro personaje único de la ciudad de los crepúsculos: el loco de la pancarta. Este hombre es conocido como un "indigente" que protesta por la represión en los centros de salud mental. Hay un grupo en facebook llamado: "Sabemos que Argenis Jimenez (el loco de la pancarta) no está loco" y entre las publicaciones de este grupo se encuentra una autobiografía de este particular hombre. Concluyan ustedes mismos el porqué de esta publicación en este blog. La carta es sumamente interesante...



Barquisimeto, Fin de Año 2002

SÍNTESIS AUTOBIOGRÁFICA

Estimado arte de vivir:

Ya a mis cuarenta y dos años de edad me motivo a escribirte, y empiezo diciéndote que fue a mis siete años de edad cuando comencé a interesarme por aprender a leer y escribir. No recuerdo cómo me había nacido la idea de que era muy importante aprender a leer y escribir. Uno de mis deseos infantiles era querer ser un hombre grande muy importante que supiera leer y escribir. A los ocho me llevaron a la escuela de una vez al segundo grado porque ya sabía leer y escribir lo suficiente para mi edad. Con mi vocación había motivado a los adultos que me ayudaron a aprender antes de llegar por primera vez a la escuela. Me acostumbré rápido a esa escuela y fue primero entre mis compañeritos de estudio con quienes empecé a vincular mis sentimientos de afecto y apreciación de estima. En la casa me consolaba con una perrita yusa que trajeron cachorra. Una señora y un señor me terminaban de criar pero siempre los sentí como unos extraños. Apenas, rara vez llegaba visita esporádica que nunca se quedaba ni duraba mucho y no me tomaban en cuenta. Antes había estado viviendo yo en otra casa de extrema miseria con mi mamá y otros hermanos sin padres conocidos. Así que ninguno de estos me hacía falta. Me bastaba con mis compañeritos de escuela y con mi perrita Princesa.

Princesa, princesita, mi perrita, pringa, príngala, gringa, kríngala, perra prin, kerra krin, lake, kerri, pringa la perrita, perra pringa la pringue, gringa la kerrita, kerra kringa la kringui. Todos estos nombres, sacados de la raíz PRINCESA me nacían del alma infantil mía llamándola para jugar y ella siempre me respondía a cualquiera de esos nombres dejándose arrullar así. Algunas veces yo también jugaba en la calle con otros muchachos del vecindario. A los vecinitos frente a la casa a veces los dejaban entrar porque los viejos eran sus padrinos y adentro compartíamos los juguetes del niño Jesús. También me ponían a trabajar en un club social donde hacía trato con amigos adultos hoy en día entrañables que me apodaban Chefito y otros Juliancito. A mis diecisiete años me marché repentinamente de esa casa sin traerme nada ni a mi perrita que dejé para siempre. Fue la noche que tuve un altercado con el viejo. La vieja ya tenía varios meses de muerta. Estaba cansado de las injusticias de sus pelas que con odio ciego y sordo me daba en castigo por insignificancias. Hasta los momentos yo nunca he sabido que padres le peguen así a sus hijos. Desde esa noche soy casi siempre un indigente, yo quedé loco en la calle. No fui un niño de la calle pero sí maltratado. Hoy un hombre de la calle hasta los momentos. El viejo vino a morirse venticuatro años después.

Yo no estoy tan triste. En mis principios de imaginación me siento todavía con mi perrita y mis hermanitos de escuela y demás muchachos de antaño. Recuerdo con cariño y no siento ningún agravio de los apodos con que ellos en la escuela ridiculizaban mis defectos físicos, como por ejemplo: mi displasia de los miembros inferiores. Tengo las piernas muy cortas en proporción con el resto de mi cuerpo. Soy enano de las piernas. Me apodaban el enano, el pigmeo, el marciano, chispita y pulgarcito. Por mi nariz me apodaban pinocho. Yo también me divertía de mi propia ridiculez física con ellos y nunca me he sentido agraviado. Lo que sí me hubiera herido de verdad es un apodo que los viejos de la casa recomendaron contra mí a las maestras para que éstas enseñaran a los demás alumnos a ridiculizarme más. Al principio el mismo día sí, pero los muchachos no se acostumbraron a apodarme el cagón como aquellos querían. Era que en la casa me daban de comer una carne en salsa que me causaba diarrea, pero no se sabía que era por eso y me culpaban completamente a mí de ese síntoma. Me golpeaban, me restregaban las heces fecales en la boca.

Yo seguí sacrificándome en mis estudios en esta otra vida tan drásticamente diferente; pero nunca terminé y seguí con la vocación no más que autodidáctica. Mi querencia es la biblioteca pública, aunque nunca puedo estar cada vez que quiero donde siempre quiero estar. En dinámico biblio-club deseo re-vitalizar los libros re-creándolos como si conversara silenciosamente con el autor y así interiormente participar en la obra escrita, leer para identificarme, reconocer mi situación y límites humanos, examinar mi papel correspondiente en el proceso social del esfuerzo constante histórico en el que todos participamos como humanos. No obstante lo mucho que me he querido aplicar ahí, mi autodidáctica todavía es subdesarrollada, tanto por mi prolongada pobreza extrema en la calle, también por mi enfermedad mental crónica, pero, principalmente y sobre todo es por la mala planificación de esta injusta sociedad deshumanizada en que me ha tocado desarrollarme lo poco que he podido hasta hoy en día. Soy depresivo patológico crónico genético. Es un desorden bioquímico cerebral heredado y no es porque yo tenga hábitos adquiridos de consumo de drogas prohibidas o autorizadas. Yo soy muy diferente entre los indigentes, ya que todos ellos, para ahogar las penas y huir de las angustias de esta vida indigente, consumen algunas de esas drogas. Yo no.

Dentro de ese submundo marginal al que pertenezco y donde no nos favorece la justicia, nunca hay estado de derecho para nosotros los más desventajados. Ante la angustia que produce esta situación yo no huyo como los demás en el aguardiente, la marihuana, el cigarrillo, el chimó ni el café de efectos colaterales y adicción, ni ningún otro opio del pueblo, prohibido o autorizado. Mucho menos con cocaína, champaña, vermut, whisky, coñac, etc., autorizados o prohibidos de la burguesía. Que me disculpen los consumidores de los que están autorizados y que no abusan. Es porque esas bebidas, aunque estén autorizadas, me alteran los síntomas por más poquito que sea y por eso es que nunca consumo nada de eso, mucho menos otras prohibidas. Aunque los hay quienes abusan sabiendo que les hace daño aunque sea poquito y autorizado. Peor con las prohibidas también hay los que abusan sabiendo que les hace daño. Por eso, y por mi educación, le depresión –principal síntoma que más me ha hecho tropezar en la vida- no me ha deteriorado tanto mi personalidad. Siempre hay quienes se fijan mejor y se dan cuenta que no soy tan loco.

A diferencia de los demás indigentes soy un ser orientado en la educación de enfrentar los problemas de la vida dentro de los perímetros de la realidad en que uno cae como los dados echados del cubilete. Suerte para mí en esos dados que no soy el heredero genético más enfermo de mi familia consanguínea; aunque tampoco soy el menos afectado. Siempre he repudiado las drogas con que en los psiquiátricos han profanado mi mente; además de los múltiples maltratos, desde los más sutiles hasta los más violentos con que reprimen ahí a muchos de nosotros. Así que me he hecho famoso con mi protesta: EL SIQUIÁTRICO ES OTRA AGENCIA SOCIAL REPRESIVA. La he diligenciado durante estos últimos diez años hasta salpicar al mundo internacional. Se trata de un caso de la vida real que sucede en todo el mundo y no son cosas subjetivas mías. En lo que sí he sido único es en mi estilo de protestar. Si ha de recordarme la historia será nada más y nada menos que como EL LOCO DE LA PANCARTA. A algunos les da lástima y se conduelen de mí por ese apodo que marca para siempre mi historia. En verdad se equivocan; yo prefiero esa fama que no me intimida, en vez de lo de escritor que también se me conoce. También soy subdesarrollado en mi literatura y prefiero que no me comprometan tanto como escritor. No tengo tanta capacidad ni alcance como parece en ese arte de la literatura. Solamente me siento escritor en el aquí y el ahora de los momentos en que me pongo a escribir. Más bien me gustaría poder leer más, pero; valga el pleonasmo: Uno nunca puede hacer todo en querencia.
También he querido ser novio de la vida, pero; tanto tiempo en la indigencia y con esta enfermedad crónica tan antisocial, más esta figura de enano ridícula que no me ayuda, no me ha dejado tener novia ni mucho menos hijos. No me gustan las locas de mi clase social y no quiere decir que yo sea homosexual; es que es mejor no multiplicar la pobreza. Reinas que han sido novias de mis poemas atestiguan que no soy homosexual. Tampoco estoy en el otro extremo machista. Para ser poeta no es estrictamente necesario ser romántico, pero; un poeta al que no lo inspiran las mujeres es un ser incompleto. Ser novio de la vida es, en su significado más amplio y profundo, básicamente fraternal; no excluye lo de la sexualidad que también tiene algo de importancia, no tanta como lo exageran los machistas. No siempre todos hembras y varones podemos ser novios, pero siempre, en la escuela que crece con nosotros, que no nos abandona nunca y que nos enseña en armonía con todo lo demás vivo que sanamente deje vivir, siempre somos todos hermanos. Esa escuela del arte de vivir es lo más importante e imprescindible que siempre tiene mucho que aprenderle y es lo más difícil. Como lo digo yo en la biblioteca pública: Maestro de la vida / del arte de vivir / maestro de maestros / gran maestro de la humanidad quiero ser / que mi vida se transforme en una obra maestra ejemplar en la historia.

Hoy en día algunos de aquellos hermanitos de escuela son indiferentes conmigo. Otros me toman por ridículo. Otros sienten que los molesto si los tomo en cuenta. Yo diligencié en vanguardia para nosotros la idea de un reencuentro y un club y no se pudo; aunque hubo quienes se interesaron y se emocionaron con la idea. Estos todavía me responden al cariño de la hermandad que les prodigo. Hermandad que no es de una consaguinidad insignificante sino que comienza en el recreo de la nostalgia humana por aquella experiencia infantil compartida que se recuerda siempre como ninguna otra experiencia en la vida. Mentalmente se sabe que son tantos los años, pero; sentimentalmente es como si fuera sido ayer. Claro que hay a quienes no les queda ya nada de eso por dentro. Fuimos para ellos frágiles sueños, burbujas que salieron rápido hasta la superficie de la conciencia donde se quebraron para no recordarse más y cualquier evocación fue sólo por el momento inmediato, sin darle importancia. A diferencia, nosotros fuimos los que nos quedamos dormidos en la relatividad del tiempo que fosilizó las frágiles burbujas de nuestros sueños en un cristal de ámbar. Mi sueño es un llamado que hago a todos mis hermanitos de escuela y demás muchachos aquellos como cuando yo llamaba con aquel cariño a mi perrita: Hermanos, Hermanitos, Manitos, manos míos.




Argenis Jiménez
El Loco de la Pancarta

Alfredo Leal

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1 comentarios:

  1. ESTA PAGINA ES MUY INTERESANTE, SE DEBERIA ACTUALIZAR Y DARLE MAS IMPORTANCIA A TODAS ESTAS HISTORIAS, DARLE EL PUESTO Y EL MERECIDO RESPETO A ARGENIS EL LOCO DE LA PANCARTA, ESTE SEÑOR TSN CULTO Y PREPARADO, COMO PROFESOR PUDO HABER SIDO GRANDIOSO.
    MIRIAM

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