martes, 11 de diciembre de 2012

Fiesta por los Diablos de Venezuela

Sin duda alguna que no pocas manifestaciones culturales de nuestro país pueden tener el mérito para ser declaradas patrimonio cultural inmaterial de la humanidad, pero en este caso los Diablos, como se le conoce a la fiesta popular del Corpus Christi en regiones vecinas a la capital del país, son quienes han recibido (o trabajado) tal distinción.

La distinción es celebrada entre otras razones no por ser alentada por alguna tendencia política, o por ser de un área geográfica específica, sino porque es un elemento más, en la necesaria búsqueda de elementos identitarios que nos ayuden a reconocernos como país.

Más abajo les dejo un pequeño documental que nos indica de qué va la cosa:

Desafíos de la sociedad Venezolana en cuanto al Fomento de la Creación Artística Poniendo la mirada sobre los artistas y los espacios culturales


Alfredo Leal
21 de Septiembre de 2012
1er Congreso Nacional de Gestión y Políticas Culturales UCV

La teología latinoamericana privilegió el método “ver, juzgar y actuar” para dar cuenta de la realidad y orientar la conducta al respecto.  Sin intenciones de hacer teología ni nada que se le parezca, pero aprovechando la metodología dada la brevedad del tiempo, les propongo que “veamos” algunos aspectos de nuestra realidad artístico-cultural, “juzguemos”, es decir, hagamos crítica de lo que vemos; para emprender así, o al menos esbozar, un posible “actuar”, una ruta de acción.  Desde ya quiero ser claro: El tiempo disponible para esta presentación me obliga a quedarme corto, pero no por ello dejaré de presentar algunas ideas que me resultan importantes de cara al fomento de la creación en dos aspectos fundamentales: Los creadores y los espacios de la creación.

Hagamos el ejercicio de ver. ¿Qué es lo que vemos a nuestro alrededor? (sin tener la pretensión de abarcar todo) Pues yo diría en cuanto a los espacios:
1.       La cultura del “no tocar” ha sucumbido ante la cultura del “acontecimiento”, de la experiencia. A saber, el viejo esquema de Museos y Galerías donde “se podía dañar algo” –y por ello estaba prohibido tocar- cedió su paso a los Centros Culturales, donde el público va en busca de una experiencia multisensorial. Así puede hallar en un mismo espacio teatro, danza, música, cine, fotografía, recreación, participar de un taller, de un baile, etc. Los nuevos espacios para la cultura son “lugares para estar”.
2.       Se ha privilegiado la calle como espacio de la creación, promoción y divulgación sobre las Galerías, Museos e incluso los Centros Culturales.  Notorio es la gran cantidad de eventos en el Parque los Caobos, el Bulevar de Sabana Grande, Los Próceres, o experiencias como por el medio de la calle, y hasta los maratones, por solo citar algunos ejemplos.
3.       Las universidades han asumido el rol de Centros de Convenciones.  A falta de espacios adecuados en la ciudad, de problemas presupuestarios de las Universidades así  como la afectación de la seguridad pública las universidades están albergando desde ferias gastronómicas hasta megaconciertos.  Notorios son los Casos de la UNIMET, UCV, USB, etc.
4.       La nueva y escasa infraestructura cultural promovida por el estado no pareciera responder a un criterio o política particular.  Así nos encontramos que entre las pocas edificaciones culturales en la ciudad de Caracas lo que resalta es un Mausoleo  inconcluso. Punto de distancia merece el  Centro de Acción Social por la Música, el remozamiento de bulevares y reacondicionamiento de Teatros que estuvieron en el abandono. Actividad que se ha limitado solo a la ciudad de Caracas.
5.       Los espacios se han polarizado: incluso para un ojo no muy experto es fácil notar que hay diferencias notables entre el circuito de los museos de Bellas Artes, Galería de Arte Nacional y el Teatro Teresa Carreño frente al Circuito del Teatro de Chacao, Centro Cultural Trasnocho, etc…
Veamos ahora parte de lo que pasa con los artistas, los creadores.
1.       Se han multiplicado los colectivos, redes, grupos de trabajo, asociaciones, etc. que han encontrado una fuerza en grupo que como individuos no tenían
2.       Siguen trabajando bajo el esquema del “proyecto”.  Es decir, hay una institución que debe repartir unos recursos, los artistas presentan sus proyectos y ésta según sus criterios distribuye los mismos.
3.       Los cultores populares en general manifiestan tener más presencia y reconocimiento en los circuitos oficiales de la cultura. Siempre bajo la lógica de la difusión.
4.       Las formas artísticas como el teatro, el cine, la música y el stand up han tenido un florecimiento especial tanto en espacios convencionales como en los no convencionales. Teatros en Centros Comerciales, Música Tradicional Contemporánea en Bares de tendencias no  alternativas, etc.
5.       Siguen pendientes temas cruciales como los mecanismos de previsión social, el cálculo de los “salarios”, la profesionalización, etc. El salario de los artistas es un tema importante, en no pocos casos los artistas cobran lo que el espacio cultural dispone pagar sin distingo de ningún tipo. La consolidación de un gremio pareciera ser una necesidad.

Visto lo visto y sin ánimo de haber agotado las posibilidades de esta discusión pasemos al segundo momento propuesto: juzgar.
Podríamos decir que los espacios culturales funcionan bajo la lógica de la “oferta cultural”, pero no del “atelier”, que sería por excelencia el espacio de la creación, la investigación. Al escenario, como el espacio de la exposición, se le debe sumar el taller.  El espacio de la creación.
El florecimiento de las actividades de calle evidencia una tendencia marcada a la promoción cultural como “actividad artístico-cultural”.  Es la cultura de la promoción de acontecimientos, no de artistas, ni procesos interconectados y orientados por unas políticas en función de objetivos. Se contrata una acción cultural determinada, se muestra, se paga y se acaba.
Por otro lado, el lugar de la Cultura, el espacio, se ha vuelto difuso. Los auditorios son salas de concierto, los bares son teatros, la calle es el escenario, la escuela es la sede del grupo o compañía, la Universidad es el centro de convenciones, etc…

Del lado del los artistas, me atrevería a afirmar que hay una organización y comunicación mucho más eficiente, primero porque se da de manera horizontal entre colectivos y pequeñas asociaciones de artistas. Desvinculada en buena medida de la institucionalidad.  Estos grupos además han ganado niveles importantes de cualificación por lo que muestran un virtuosismo novedoso.  También el alcance de las nuevas tecnologías y sus posibilidades casi infinitas han contribuido en ello.

El tema de la identidad – y en este punto quiero hacer un énfasis porque creo que nos jugamos mucho como país- se incorporó en el acontecer artístico nacional. El movimiento musical que se generó alrededor del neofolclor y que devino en la explosión de sonidos propios, nuestros; creció junto al resurgimiento del teatro, el cine y al nacimiento del stand up como una forma de recuperar la palabra (¿palabra perdida me pregunto yo?), de encontrar nuevas palabras, de expresar ideas, de encontrar nuevas identidades.

Los artistas, han sabido recuperar el sentido profundo de la palabra, que no es otra cosa que el encuentro; han sabido reconstituir esa identidad vilipendiada desde las instituciones del Estado.  El público ha encontrado en ellos un refugio, un acceso a la palabra, al sentido; una certidumbre sobre su identidad, identidad puesta en duda sistemáticamente a través del aparato gubernamental, pero que no por ello flaquea.
El desprestigio de la palabra cultivado sistemáticamente durante la era revolucionaria,  la puesta en duda de la condición de nacionales de buena parte de la población venezolana pareciera haber decantado en estas formas artísticas de amplia aceptación, donde la palabra misma recobra su verdadero significado y valor donde el público puede verse reflejado en un “nosotros” en un común denominador. No sorprende pues que las expresiones artísticas con mayor florecimiento sean las que tienen en su centro a la palabra.

Es una fortuna que una sociedad como la venezolana pueda procesar a través de la creación artística los constantes ataques –en cadena radio y televisión- a la identidad nacional así como recuperar la fe en la palabra que se desvanece entre insultos y agresiones.

Pasemos ahora al Actuar: Aquí la cosa es más difícil, porque no hay recetas, pero ciertamente poniendo atención en la realidad se podrá comenzar a ensayar nuevos caminos.
1.       Si las formas artísticas que privilegian la palabra son las que han tenido más auge en los últimos años no es de sorprender que ese movimiento, que es todavía seminal, crezca y se multiplique.  Que haya presupuestos justos y con intención, reales vinculaciones  (y con esto me refiero a productivas) entre artistas y centros culturales. Que la cultura sea entendida como catalizador de procesos sociales y no como instrumento de ideologización, puede ayudar a potenciar los resultados reales. Si no hubiera tantas complicaciones económicas y de acceso a materias primas, no dudaría en sostener que el próximo boom es el del libro. Pero por ahora seguirá en estado de latencia.

2.       Es necesario potenciar circuitos culturales tanto públicos como privados. Los circuitos privados son afluentes que llevan de manera natural y no programada (y a esto me refiero a que esté fuera de la instrumentación política) propuestas que se vuelvan proyectos de identidad en zonas específicas. Piensen por ejemplo porqué en algunas zonas son “futbolísticas” o “musicales” por excelencia…  No todo se puede programar. Sencillamente hay que permitir que los sujetos se encuentren, descubran intereses y formas de llevarlos a buen término.

3.       Para ello es necesaria la descentralización y la desburocratización.  Los afanes centralistas son perjudiciales para el sector cultural.  Solo los gobiernos locales tienen la capacidad de alterar la cotidianidad de los individuos de una sociedad.
4.       Y por último es urgente entender que el artista, el gestor, el cultor, etc.  gestiona la pluralidad y por lo tanto está más llamado que nunca a ser garantes de la diversidad. Esto es no sucumbir ante la polarización. No propiciar lógicas excluyentes, etc. El desafío de la actualidad será el de tender puentes y entendernos como diversos en nuestra cotidianidad. 

 

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