viernes, 4 de mayo de 2012

Si te vas, que te vaya bien

Ayer y hoy se ha dado en el twitter una intensa discusión sobre el documental Caracas, ciudad de despedidas. Se trata fundamentalmente de las razones que tiene un grupo de jóvenes venezolanos de clase media para irse del país.  La discusión ha girado en torno a la superficialidad de sus respuestas y la clase económica que estos jóvenes representan.

Las dificultades para la vida en Caracas y en general en toda Venezuela ciertamente no se pueden esconder.  Tenemos graves problemas de servicios públicos, seguridad, inflación, desabastecimiento, etc. pero ¿qué pasa en Venezuela que los jóvenes están dispuestos a pasar penurias en otro país que ni por casualidad pasarían aquí? ¿Qué tiene el exterior que les activa el espíritu de emprendimiento que acá no terminar de arrancar? Hace no muchos años todos iban a derrochar dinero al gran centro comercial en que Miami se había convertido para los suramericanos, pero ninguno pensaba en quedarse allá.  Toda la vida de los venezolanos 'mayameros' pivotaba en función de Venezuela.  Miami solo era una vacación, un fin de semana.  ¿Qué era lo que ataba a los venezolanos de entonces a su patria?  Estoy tentado a pensar que era algo más que el dinero.

A todas estas y sin moralizar excesivamente el discurso, la mejor manera de irse del país es siendo embajador de la cultura a la cual se pertenece.  Esta 'dicha'  de la que gozan artistas y deportistas también puede ser alcanzada por el común de los mortales.  El sentidos de pertenencia de los habitantes de las ciudades se ha desterritorializado y existe una convocatoria mundial a participar del estilo de vida moderno y globalizado que ofrecen unos pocos países con vocación de líderes mundiales.  Ahora bien, estando de acuerdo o no con esto, toda persona tiene derecho a desarrollar el pleno de sus capacidades y tomar las decisiones que le conduzcan a ese fin.  Si entre esas decisiones está la de salir del país temporal o permanentemente es más que su justo y razonable derecho.  Lo que causa cierta 'pena ajena' es que la primera opción ante la dificultad es desmarcarse de lo que se es y se vive para huir a otra realidad. ¿Cuestión de madurez? Quizá, pero también cuestión de confianza en la pertenencia. Quizá cuestión de la marca país.

Si estás pensando en largarte del país porque es apenas un escalón en un proyecto personal más amplio y ambicioso, hazlo. Si quieres irte porque te da ladilla tanto problema que tenemos, no estorbes, pero por las razones que sea que te vayas, vete siendo un pequeño embajador de tu cultura.  No por resignación o remordimiento, sino porque sabes que perteneces a un mundo con su propia manera de ver las cosas. Para muestra, un botón:








Alfredo Leal

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